EL
ESTRÉS EN EL NIÑO
Un niño es capaz de hacer frente a considerable estrés psicológico,
siempre que cuente con el apoyo de sus padres o de aquellos adultos que les
sustituyan. Inversamente, si el niño está a falta de esta relación intensa y
positiva, la más mínima contrariedad puede convertirse en un severo estrés.
Para los padres, podemos decir que basta el mero amor generoso del que da sin
esperar retorno, considerándose satisfechos con el progreso y desarrollo de su
hijo. Sin embargo, los pedagogos y psicólogos, a los que la sociedad ha
encomendado el cuidado y la protección de los niños, no pueden satisfacer su
cometido simplemente con buena intención y amor a la infancia. EL fondo de
conocimientos teóricos y prácticos de un buen psico-pedagogo no debe limitarse
a lo que concierne al niño, sino incluir todos aquellos aspectos patológicos del
adulto que pueden motivar un comportamiento patógeno o estresante. El instinto
es, sin duda, la mejor guía para una madre, de la misma manera que la madurez y
la satisfacción social son la mejor guía para un padre. Rara vez se ven los
niños sometidos a estrés por maldad; son la negligencia, la ignorancia, la
inmadurez y los trastornos emocionales del adulto los responsables.
Referencia Bibliográfica:
González J. El estrés en el niño: Diagnóstico y tratamiento. Karpos (Madrid)
2008; 38 (6): 165-193.